María Alonso
Málaga, 22 nov (EFE).- Las fuertes riadas que han castigado el litoral mediterráneo estas semanas tienen consecuencias más graves de lo que se puede observar a simple vista ya que, como advierten algunos biólogos, acaban con mucha vida marina y pueden romper el equilibrio biológico en los sistemas costeros y en los ríos.
Según ha explicado a EFE Juan Jesús Martín, biólogo y socio fundador del Aula del Mar de Málaga, después de lamentar los daños humanos que han ocasionado las danas de estas semanas en el sureste de la península, ahora comienza la «segunda parte»: valorar el daño al hábitat y a los ecosistemas.
Ha detallado que las riadas arrastran «de golpe» muchos contaminantes que pueden romper el equilibrio biológico de los sistemas costeros y los ecosistema fluviales.
Por ejemplo, los pescadores de marisco están varios días sin poder faenar justo después de estas riadas porque se ha producido una elevada mortalidad de langostinos, de almejas, de coquinas… Algo que repercute igual que una lluvia de granizo en el campo, aunque «las especies marinas están más ocultas», ha señalado.
Veneno que no se ve
Como ha expuesto el también doctor en Pedagogía por la Universidad de Málaga, tras un periodo de sequía tan prolongado como el que ha habido antes de las últimas danas, en el cauce de los ríos se van acumulando muchos tipos de residuos.
Los que más abundan son los plásticos, pero hay otros mucho más pequeños como, por ejemplo, los pesticidas que se utilizan en agricultura para control de plagas o incluso los de los hospitales o los restos de antibióticos de los hogares.
Según ha criticado el biólogo, existe la costumbre de que las viviendas y la industria tiren «demasiados» residuos por el desagüe. Estos van a los ríos, que son «casi cloacas», y todos terminan en el mar.
«Hay mucho veneno que no se ve y que, de pronto, cuando hay una riada, toda esa mancha marrón que se ve en todo el litoral va de golpe al mar», ha lamentado.
La vida marina se concentra cerca de la costa y es ahí donde se reproducen la mayoría de las especies. Por ejemplo, las coquinas no pueden vivir a más de 10 metros de profundidad y algo similar ocurre con los langostinos, las gambas y demás marisco.
Otras de las especies más afectadas son las almejas o los mejillones, que se alimentan filtrando partículas de microalgas.
«Igual que filtran microalgas, también filtran todos los contaminantes que hay a su alrededor y eso pues les puede producir enfermedades e incluso a la muerte», ha detallado el biólogo.
En esta línea, ha subrayado también que no es recomendable que las personas se bañen en el mar en los días siguientes a una riada ya que es importante esperar a que todo ese afluente de contaminantes «muy fuertes» se diluya.
Soluciones basadas en la naturaleza
Juan Jesús Martín ha apostado en encontrar soluciones basadas en la naturaleza para minimizar los daños de las riadas. Ha criticado que los márgenes de los ríos no estén cuidados y apenas haya vegetación, ya que las raíces de los árboles y de los matorrales retienen el agua.
«Antes había una vegetación que se llamaba de ribera. Había olmos, fresnos y muchos árboles que ahora han desaparecido de estos cauces. Por eso creo que habría que hacer un plan de reforestación de los cauces fluviales como una medida preventiva ante los episodios de inundaciones para proteger a las poblaciones alrededor», ha afirmado.
Según ha comentado, las soluciones no deben basarse únicamente en el hormigón, en construir presas o encauzar ríos artificialmente, sino que las instituciones deberían apostar por crear barreras vegetales que, además, aumentarían la biodiversidad de la orillas de los ríos.
Martín ha advertido también de que los objetivos de desarrollo sostenible para 2030 cada vez parecen más lejos de conseguir y ha hecho un llamamiento a que se produzca una «reacción», ya que a muchos científicos les preocupa que el cambio climático sea cada vez más severo y la especie humana no sea lo suficientemente inteligente para cambiar sus hábitos de vida.
«Estas catástrofes naturales son una llamada atención que nos dice que tenemos que cambiar nuestra manera de vivir y nuestra relación con la naturaleza para que sea más sostenible. Al final, aunque vivamos en nuestro paraíso de asfalto en las ciudades, somos todos parte de la naturaleza y todo lo que le ocurre nos afecta a nosotros mismos», ha concluido el biólogo. EFE
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