Eres un caballero blanco?: conoce cómo este síndrome afecta tu relación en pareja según la Psicología

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En el intento de rescatar a la pareja, se corre el riesgo de perderse uno mismo en el proceso. (Imagen Ilustrativa Infobae)

En todas las relaciones, el deseo de proteger a la persona amada es un impulso natural que surge del cariño y la empatía. De igual manera, ofrecer apoyo en los momentos difíciles para ver a la pareja feliz, saludable y en bienestar es una forma de fortalecer y reafirmar los lazos afectivos, sin embargo, cuando esa protección va más allá de un acto afectuoso y se convierte en una necesidad constante de “salvar” a la otra persona, es posible que se trate de un patrón psicológico más complejo.

Este comportamiento, que parece un acto noble y desinteresado, podría relacionarse con lo que se conoce como el síndrome del caballero blanco, una tendencia donde, en lugar de fomentar una relación de igualdad y apoyo mutuo, el deseo de rescatar da pie a una dinámica desbalanceada en la que una persona asume un rol de salvador y la otra se ve atrapada en una posición de dependencia.

Este exceso de protección, aunque es generalmente bien intencionado, pone en riesgo la salud emocional de ambos, generando frustración, resentimiento y una desconexión profunda que afecta la comunicación y la intimidad de la pareja.

El caballero blanco no ve a su pareja como un igual, sino como alguien que debe ser corregido o salvado.

En el ámbito psicológico, los caballeros blancos son personas que tienden a buscar parejas vulnerables o con antecedentes de trauma, con la esperanza de transformarlas a través del amor y la dedicación.

Según la psicóloga clínica y psicoanalista Mary C. Lamia, este comportamiento suele originarse en experiencias tempranas de vida que dejaron al caballero blanco con sentimientos de culpa, vergüenza o miedo. Estas vivencias, que incluyen abandono, pérdida o abuso en la infancia, moldean una necesidad compulsiva de ser el salvador en relaciones íntimas.

De acuerdo con un artículo publicado por la revista Ethic, el caballero blanco necesita sentirse necesitado, lo que genera una hipersensibilidad hacia las necesidades de los demás y una mentalidad regida por ofrecer apoyo unilateral y desproporcionado. Este patrón, aunque aparentemente altruista, puede derivar en un fenómeno conocido como reciprocidad emocional alterada.

El psicólogo norteamericano James D. Guy, quien acuñó el término de reciprocidad emocional alterada, describió en un estudio realizado en 1987 cómo las experiencias infantiles alteran la forma en que las personas se relacionan en la adultez y consideran que su propio valor depende de la cantidad de sacrificios que hacen por los demás y del reconocimiento que estas le ofrecen.

Según la investigación de Guy, los caballeros blancos desarrollan una tendencia a ayudar sin esperar ser ayudados, lo que perpetúa un ciclo de sacrificio emocional que puede resultar perjudicial para su bienestar psicológico.

Cuando una persona asume constantemente el rol de salvador, la otra puede sentirse invisible, como si su voz o necesidades no fueran escuchadas.

Las personas que asumen el rol de caballero blanco suelen compartir ciertos rasgos de carácter y patrones de comportamiento. Según el análisis de Mary C. Lamia, tienden a idealizar a sus parejas, temen la distancia emocional y buscan desesperadamente ser percibidos como únicos o importantes, además, suelen ser autocríticos y, en ocasiones, reaccionan de manera manipuladora o culpan a los demás.

En el ámbito de las relaciones, estas personas se sienten atraídas por parejas con antecedentes de trauma, abuso o adicción; temen ser abandonadas y, para evitarlo, adoptan conductas controladoras bajo el pretexto de “ayudar”. También es común que mantengan la esperanza de una relación gratificante, negando los problemas reales de su pareja.

Cuando un caballero blanco se encuentra en una relación afectiva, dependiendo de la dinámica construida con la otra persona, su comportamiento puede variar desde ser extremadamente servicial hasta ignorar las manipulaciones de su contraparte, lo que genera dependencia emocional.

Por otro lado, además de afectar al caballero blanco, este síndrome también afecta a la persona “rescatada”. Según la doctora en psicología Iratxe López Fuentes, esta dinámica es elegida inconscientemente por ambas partes: el salvador asume una carga que no le corresponde, mientras que el salvado evita asumir la responsabilidad de sus actos. Como resultado, el salvador se ve atrapado en un patrón que le impide dedicarse tiempo a sí mismo, mientras que el salvado no desarrolla habilidades propias ni logra un crecimiento personal significativo.

Sumado a ello, la revista Ethic señala que esta dinámica puede tener un impacto devastador en la autoestima del caballero blanco, dado que al depender del reconocimiento externo y de los sacrificios realizados por los demás, su autoestima deja de ser intrínseca y se convierte en algo condicionado por las relaciones, lo que deriva en agotamiento emocional, sentimientos de fracaso, ansiedad, nerviosismo crónico, e incluso depresión.

Proteger en exceso no es sinónimo de amor; a veces, lo que una persona necesita es espacio para crecer por sí misma.

El patrón de comportamiento del caballero blanco es complejo y difícil de romper, ya que está profundamente arraigado en experiencias de vida tempranas.

El psicólogo estadounidense Mark Travers asegura que los intentos de “rescatar” a la otra persona pueden generar más problemas que soluciones, pues esta dinámica atrapa a las parejas en un ciclo de frustración y distanciamiento. Además, la necesidad de intervenir constantemente en los problemas de la pareja genera una sensación de vigilancia constante y un estancamiento emocional.

En este sentido, Travers destaca que las relaciones saludables prosperan solo cuando ambos miembros trabajan juntos para encontrar un equilibrio y el crecimiento mutuo, además, enfatizó que, en ocasiones, el acto más amoroso no es intervenir, sino confiar en que la pareja tiene la capacidad de superar sus dificultades por sí misma.

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