El pasado 31 de octubre, un correo electrónico alteró la rutina de Mariano Fava, un cordobés que desde 2020 vive en la ciudad santafesina de Rafaela y reparte su carga laboral entre el asesoramiento en e-commerce para una cadena de electrodomésticos y la enseñanza virtual de la técnica del tenis.
Desde la Universidad Mercyhust de Estados Unidos, donde hace 18 años egresó como Licenciado en Comunicación Social, recibió la noticia de su ingreso al Hall de la Fama de esa casa de estudios de la ciudad de Erie, en el estado de Pensilvania. La nominación premió sus logros como integrante del equipo de tenis y también su desempeño académico, entre 2004 y 2007.
La nominación premió sus logros como integrante del equipo de tenis y también su desempeño académico, entre 2004 y 2007.
“El momento en que recibí el e-mail resultó muy emotivo, y después fue todo un proceso asimilar semejante distinción. Al principio, me pareció todo muy loco, que se acordaran de un argentino después de tantos años, y más teniendo en cuenta que ya no están quienes fueron autoridades y entrenadores en mi época de estudiante”, cuenta Fava, quien antes de viajar al país del norte estudió Periodismo Deportivo en Córdoba y Buenos Aires.
La ceremonia se llevó a cabo el último 8 de febrero y allí Mariano estuvo acompañado por su esposa Florencia, sus hijos Francesca y Giovanni y su hermano Marcelo, quien está radicado en Charlotte. Carolina del Norte.
“Aquel día lo voy a llevar en mi corazón toda la vida. Me trataron muy bien y hasta tuve la oportunidad de reunirme con el actual equipo de tenis de la Universidad, que es muy bueno”, relata el sanfrancisqueño, quien empuñó por primera vez una raqueta en las canchas del Club Atlético San Isidro, entidad que tuvo a su abuelo como uno de los socios fundadores.
Raquetas y libros
Al recordar su experiencia deportiva y académica en Pensilvania, Fava no anda con medias tintas. “Fue la mejor decisión que tomé en mi vida”, refiere. “De chico viajaba mucho a Estados Unidos por el trabajo de mi padre, que era médico cardiólogo, y siempre me impactó ver las canchas llenas en las competencias estudiantiles. Eso sucede porque allá no hay clubes y entonces la gente es hincha de la Universidad”, comenta.
“Yo practicaba tenis de pequeño, pero no quería ser jugador profesional. Buscaba otra cosa, porque vengo de una familia de estudios, pero acceder a un título universitario en Estados Unidos es muy caro, así que la única forma que me quedaba para lograrlo era realizando algún deporte”, amplía.
“Al principio, me pareció todo muy loco, que en Estados Unidos se acordaran de un argentino después de tantos años”, cuenta Fava.
“Postulé para varias academias y al mismo tiempo me puse a jugar tenis en categoría libre, para tratar de sacar ranking y poder decir ‘soy número tanto del mundo’, y así tener más oportunidades de acceder a una beca. Un día enfrenté a una persona que al final del partido me felicitó y entonces le conté de mi objetivo, y me dijo que conocía a alguien que me podía ayudar. Me presentó a un entrenador llamado Ray Yost, quien me invitó a participar en un torneo y me terminó llevando a Mercyhurst”, añade.
“Al final, el tenis me dio mucho más de lo que podía imaginar”, reflexiona Fava, quien acredita un récord de 100 victorias y 29 derrotas, entre singles y dobles, en sus tres años como representante universitario. En esa etapa, fue elegido como mejor tenista de la Región de los Grandes Lagos (2006) y mejor deportista del año de su casa de estudios (2007).
“Jugar y recibirme”
Fue la cercanía de sus padres, Miguel Ángel y Silvia, lo que le permitió a Mariano sobrellevar sin tanta nostalgia la experiencia en Estados Unidos. “En esa época ellos estaban viviendo en Cleveland, que está a 130 kilómetros de Erie, así que nos podíamos ver cada tanto”, rememora.
“La verdad es que no me puedo quejar, porque la Universidad nos brindaba las mejores condiciones para desarrollarnos como deportistas. Nos trataban como si fuéramos profesionales”, destaca sobre su estadía en Erie. De aquel tiempo también recuerda con afecto a su compañero de habitación Shotaro Itaya, un japonés que estudiaba Lengua Española, admiraba a Javier Saviola e integraba el equipo de fútbol del centro de formación superior.
«Acceder a un título universitario en Estados Unidos es muy caro, así que la única forma que me quedaba para lograrlo era realizando algún deporte”, comentó el extenista oriundo de San Francisco.
Pero la estadía de Fava en la Universidad Mercyhust no sólo transcurrió entre raquetas y libros, y él mismo lo cuenta con orgullo y nostalgia. “Aunque tenía una beca, necesitaba ganar dinero, así que me puse a hacer los trabajos que se pagaban mejor y que nadie quería hacer”, puntualiza.
“Limpiaba las oficinas de todos los entrenadores y otras dependencias, me encargaba de recolectar la basura y tres veces por semana amanecía paleando la nieve con una temperatura de 20 grados bajo cero”, recuerda. “Así y todo, nunca pensé en pegar la vuelta. Tenía 22 años, y mis objetivos eran jugar y recibirme. Cuando entré a la Universidad lo primero que dije es ‘me banco lo que venga’, y así fue. Hoy lo volvería a hacer”, subraya.
“Me invitaron a competir a Europa, pero no fui. De eso sí me arrepiento. De todos modos, siempre tuve los pies sobre la tierra. Hay que tener un nivel extraordinario para poder vivir del tenis”, reflexiona Fava, quien de regreso a Argentina dio clases de tenis bajo la supervisión de José Luis Clerc. “Después me cansé de Buenos Aires y me fui a Rafaela”, apunta.
-¿Qué sentiste cuando volviste a entrar a la Universidad Mercyhust después de tantos años, y nada menos que para ser distinguido como deportista destacado?
-Una alegría inmensa. En mis tiempos de estudiante me tocaba limpiar el Hall de la Fama y cada vez que ingresaba allí pensaba en todo lo que representaba estar en ese lugar tan importante, y ahora soy yo quien lo logró. ¡Imaginate! Por eso digo que fue todo muy loco.