«Jack», el arquitecto de la fe mileísta

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La cuenta @MileiLibertador no es una cuenta cualquiera. No es un simple perfil de comunicación gubernamental ni un bot anónimo más. Es un artefacto discursivo. Una máquina simbólica cuidadosamente diseñada para organizar, blindar y amplificar la cosmovisión más radicalizada del universo libertario argentino. En ese territorio, Santiago Caputo no aparece con nombre propio, pero su estilo es reconocible: una mezcla de ironía, esteticismo de la catástrofe y culto al «Loco» como figura mesiánica.

Uno de los tuits recientes de la cuenta sintetiza su potencia ideológica: “Cada vez que veas a alguien indignado por una supuesta causa noble, lo que en realidad está pasando es que alguno se está quedando sin un curro”. Es una frase que, en una sola línea, ejecuta tres operaciones centrales de la guerra cultural:

Invierte el eje moral: convierte la indignación ética en una forma de cinismo encubierto.

Anula lo político: desactiva la posibilidad de todo reclamo como expresión legítima.

Activa el resentimiento: moviliza la idea de que hay una Argentina «real» que trabaja, y otra parasitaria que vive del Estado.

No es un exabrupto. Es doctrina comprimida. Una heurística emocional para leer (y odiar) al mundo. Una regla rápida para desconfiar de cualquier actor con sensibilidad social, cultural o humanista. Su eficacia reside en que simplifica el mundo: ya no hay causas, solo «curros». Ya no hay debates, solo intereses ocultos. Ya no hay otros legítimos, solo enemigos disfrazados.

El personaje «Jack» no es solo un operador de redes. Es un dispositivo que condensa el meme, la cita académica, la burla y la exaltación sacral. Funciona como curador de una atmósfera existencial: una experiencia libertaria radical donde indignarse es signo de debilidad y empatizar, una traición al orden natural.

Sus referencias a «Valar Morghulis» («todos los hombres deben morir») no son ornamentales. Instalan un ethos darwinista, donde la compasión es traición y la muerte, redención. El mundo es un campo de batalla y solo sobrevive el fuerte. Todo lo que no se someta a esa lógica es considerado debilidad, o peor, colaboracionismo con la «casta».

En la misma línea, la fórmula “TMAP” (“todo marcha acorde al plan”), repetida por Agustín Romo, El Gordo Dan y el propio Caputo, actúa como un mantra redentor. Funciona como blindaje ante el caos, confirmación de la fe y reafirmación de que la destrucción es parte de la purificación. No importa lo que pase: es el camino hacia la luz.

En ese campo simbólico, Jack no propone discusiones. Propone lealtades. No construye deliberación, sino sacrificio libertador. Fantino dice en Neura: «no sé qué, pero algo le van a hacer a Milei»……creando expectativa, como ocurrió con Trump y Bolsonaro, cuyos atentados envolvieron sus campañas en un aura de sacrificio místico. En respuesta a las declaraciones de Fantino, uno de sus tuits más virales dice: «Me preparé toda la vida para vaciarle un cargador en el pecho y MORIR por Javier G. Milei». No es solo una frase extrema. Es la dramatización perfecta de su credo: morir por la verdad, matar por Milei. Una política de la redención, del peligro inminente y del apocalipsis moral.

Allí donde otros hacen marketing, Jack hace culto. Transforma a Milei en figura mesiánica. El enemigo no es el adversario político clásico: es el “mandril”, el “comunista”, el “resentido”. Ya no se trata de confrontar ideas, sino de purificar la patria. Lo que vemos no es grieta, sino una estructura amigo/enemigo schmittiana, donde el otro es ilegítimo por esencia.

Este tipo de discurso no busca convencer. Busca crear una comunidad afectiva, blindada frente a la crítica y eufórica frente al peligro. Su mundo está cerrado: están los libertadores y los parásitos. Está la verdad revelada de Milei y la conspiración del sistema. Está la estética de la catástrofe, pero también la promesa escatológica: seremos «faro del mundo».

En ese sentido, Jack no solo interviene sobre el presente, sino que reescribe el pasado y proyecta un futuro totalizante. Vincula a Milei con Perón, invoca el mandato histórico, y proclama que la democracia liberal ya fue: ahora reina la misionalidad libertaria. No hay política, hay cruzada.

Milei es «hasta 2031», Milei es un «emperador», no un presidente. Es un mesías, no es humano. Es un «superhombre». El intento de confrontar a Cristina en Provincia de Buenos Aires con El Gordo Dan es una jugada más en ese universo que busca oponer «casta» contra «libertad» dentro de una narrativa redentora. Jack entiende  el poder de la narrativa en las sociedades contemporáneas. El que la construye y la domina, es el que gana. 

El resultado es un nuevo tipo de populismo: un populismo patrimonialista místico, que mezcla darwinismo social, culto personal, retórica sagrada y conspiracionismo. No se trata de ganar elecciones, sino de refundar el orden. La Argentina no es un país más: es el nuevo Jerusalén libertario.

Jack no es una persona. Es una teología de guerra.

*Ariel Goldstein es sociólogo y escritor.

por Ariel Goldstein

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