A veces el silencio dice más que cualquier frase, pero en el caso de Arturo Puig, las palabras cargadas de emoción también hacen ruido. A once meses de la muerte de Selva Alemán, el actor rompió el hermetismo y mostró que su duelo sigue tan vivo como el amor que compartieron durante décadas.
“Es difícil vivir sin Selva, saber que no la voy a ver más y cuesta todo, me cuesta mucho, pienso todo el tiempo en ella”, confesó Arturo en una nota a Infobae y con la voz entrecortada, dejando al descubierto una herida que sigue abierta y que no cierra con el paso del tiempo.
Arturo habló desde un nuevo lugar. Literal y emocional. Porque hace apenas unos días decidió mudarse de la casa que compartió con Selva y los sentimientos fueron tan fuertes como encontrados. Es que allí vivió muchísimos recuerdos con quien esa compañera de la vida que hoy no está, y el dolor es tremendo.
Hoy, el actor se encuentra viviendo en un nuevo departamento, rodeado de cajas apiladas propias de una clásica mudanza. Aunque el sentimiento más fuerte es a diario, con esa cotidianidad que ya no tiene con quién compartir: “Hace cuatro días que me mudé y estoy viviendo acá, lleno de cajas y canastos”.
ARTURO PUIG DEJÓ LA CASA EN LA QUE VIVIÓ JUNTO A SELVA ALEMÁN DURANTE DÉCADAS
La mudanza no fue una decisión liviana para Puig. No se trató simplemente de cambiar de dirección, sino de empezar a transitar una etapa que no eligió, que le llegó de golpe, con esa ausencia de Selva que es imposible de llenar. “Todo lo que hago me gustaría compartirlo con ella, ahora con la mudanza, esas cosas cotidianas que me muestran que no está”, explicó.
A través de sus redes sociales y durante las últimas horas, la tristeza de Arturo también se hizo presente. Porque si bien uno lo vea posteado de vez en cuando, ese dolor que siente el artista es constante, a cada segundo. Un mensaje corto, profundo y devastador se coló entre las fotos y publicaciones del día a día: “Selva mi amor cómo sigo sin vos”.
Y es esa pregunta la que atraviesa todo. Cómo seguir sin su risa, sin sus charlas, sin ese hogar compartido que ya no está. Entre cajas desordenadas y un departamento que aún no se siente suyo, Puig intenta reconstruirse sin perderla, sin olvidarla.
El dolor no tiene fecha de vencimiento y Arturo lo sabe. Por eso habla, comparte, llora y recuerda a Selva. Porque quizás esa sea su forma de tenerla todavía un poco cerca. Y también lo sabe: ella lo acompañará siempre, en cada paso que dé.